Saturday, June 27, 2009

Luis Eduardo et Andres


Estos adorable jóvenes de 12 y 10 años abordaron nuestro barco en Tumaco. Los conocí mientras que ellos estuvieron asombrados por la idea que tenían las mejores sillas posible; primera fila para el concierto de Juanes en la cubierta de vuelo. Era el comienzo de 11 días de aventura. Eran nuestros huéspedes en el hotel de la nave y tenía que preguntarme a mi mismo quien estaba divirtiéndose más… nosotros o los niños.
Luis Eduardo recibió sus quemaduras cuando tenía solamente 10 meses de nacido. Nunca tuvo un ambiente estable en su hogar, y pasó de pariente a pariente. Por algunos años, su madre aprovechó de él, mandándolo a suplicar limosnas en las calles. Una fundación empezaba a ensenarle a leer, pero esto no duró mucho porque la fundación se quebró y tuvo que cerrar. Volvió a las calles y suplicaba hasta hace 6 meses cuando “El Bienestar Familiar” lo encontró y lo colocó en una casa de acogida.
Andrés fue quemado cuando tenía 5 años mientras que vivía debajo de un puente con sus hermanos. Su madre trabajaba en la calle y su padre estaba encarcelado así que perdieron el cuidado de sus hijos. Ya han pasado cuatros años desde que Andrés y sus hermanos fueron a vivir en una casa de acogida.
Maria Jesús, su trabajadora social, luchaba con el Ministerio de Salud para conseguir citas para ellos con nosotros en la escuela Max Seidel cuando lleguemos. Ambos fueron atendidos el primer día y abordaron el COMFORT el domingo porque viajaron 6 horas en carro para llegar a sus citas, y sus cirugías no eran programadas hasta el jueves y viernes.
Nuestro cariño por los niños fue de inmediato. Eran los únicos pacientes en nuestra sección por un par de días y recibieron una gran cantidad de atención directa. Antes que uno se podría darse cuenta, estuvieron bien cómodos con nuestro personal y les llevamos a todos partes del buque para cambiarles un poco su ambiente. Fueron a almorzar y cenar en el comedor, paseando en recorridos por todo el buque, visitando los helicópteros, cubierta de vuelo, puente y torre del aire y sentándose en la silla de Capitán.
Sentía que los once días con nosotros podrían cambiar las vidas para los jóvenes, mientras que dejaban también una huella en los corazones de nosotros quienes compartimos tanto con ellos. Luis Eduardo aseguró que entendimos las siguientes palabras, “Nunca he recibido tanto amor en mi vida – Gracias.” Despidiéndome de ellos en la cubierta de vuelo era un reto enorme, porque ellos no podrían dejar de llorar y no quisieron irse. Apenas que los vi entrando en el helicóptero, my corazón dolió. Pero a la vez, sentí muchísimo orgullo de haber recibido a estos dos almas en nuestras vidas y de haber tenido la oportunidad de brindarles tanta dicha a sus vidas. Me acordaba que muchas veces en la vida, muchísimo puede ser otorgado con tan poquito.
Recibimos un correo electrónico agradeciendo al COMFORT por todo que fue hecho por los niños. Ambos salieron de la clínica militar después de una semana agonizante de terapia física que Luis Eduardo describió como el infierno. Su cuidado postoperatorio y terapia física, como lo describió Maria Jesús, fue excelente.
Ambos ya están de vuelta en sus hogares de acogida en Ipiales. Tengo ganas de continuar mi contacto con ellos vía correo electrónico. Gracias a mis viajes frecuentes a Colombia, espero visitarles en el futuro también.

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